Yibú es Gboo
Yibú es Gboo y Gboo es Yibú. ¿Pero cómo cáspita se pronuncia eso?
No es fácil ponerle nombre a una empresa, lo sabemos bien. Quizás es una cuestión de expectativas, pues debe resumir la esencia de la compañía, expresar toda la originalidad posible, ser sonoro y a la vez ofrecer posibilidades gráficas. Cuando por fin das con ello ¡zas! La dura realidad se impone: ya está registrado, o aunque la marca esté libre, el dominio de internet no. Vuelta a empezar.
Las marcas cifran demasiadas esperanzas en su nombre, cuando según los expertos éste no va a determinar el éxito o fracaso del proyecto ¿o quizás sí? ¿Sería Twitter lo que es si tuviera otro nombre? ¿Lo seríamos nosotras?
El latido de la marca
Hay tendencias, la moda de nombres largos y contundentes fue seguida de la de nombres cortos, abstractos, difícilmente pronunciables a veces. Puedes elegir continuar en la senda que transita todo el mundo o diferenciarte radicalmente, digamos que no podemos dejar de lado en este tipo de decisiones el componente emocional. El corazón te late con ciertas cosas, sólo con esas.
Nosotras nos dejamos llevar por el latido a la hora de elegir nuestro nombre, aunque Gboo, como podéis imaginar, no fue el resultado de un solo día de mirar a la ventana con una taza de café humeante. Pues no. Más bien resultó una pesadilla.
No dábamos con nada que nos dejara satisfechas. Listas y listas de nombres –cada cual los suyos- con las más variadas referencias: ciudades exóticas, palabras chinas, lenguas africanas, refranes, sinsentidos…. A punto estuvimos de llamarnos Ikoko, pero el Registro nos lo negó. Insondables son sus decisiones, así como sus asonancias, parecidos fonéticos y acrónimos. Cuando por fin el oráculo se mostró favorable fue un auténtico subidón: éramos Gboo y lo pronunciábamos Yibú.
Google, los chinos y Madrid-Abroñigal
Las entradas de Google para ‘Yibú’ son de lo más curioso, y van de lo divino a lo humano en un parpadeo: desde obras de Jenofonte a la mosca de la fruta. ¡Me reafirmo, es el nombre correcto!
Las de ‘Gboo’, antes de llegar nosotras, se referían a ritmos africanos y programas de softonic para acelerar el sistema operativo de tu ordenador. Mucho más aburrido.
Tiempo después descubrimos que se inauguraba la ‘Nueva Ruta de la Seda’ con un tren que parte de la ciudad china de Yiwu y llega directamente a la estación de Madrid-Abroñigal cargada de mercancías. La vuelta a China la realiza repleto de vino, aceite y otros productos españoles con que los empresarios hispano-chinos han decidido deleitar al mercado asiático.
No tiene nada que ver pero nos hizo mucha gracia ¡ya no estábamos solas en el mundo! 1.367.820.000 chinos nos apoyaban.
Recítalo con la espalda bien recta
Lo que está claro es que con el tiempo y el esfuerzo, todo nombre se puede cargar del significado que la marca haya decidido. Esa trayectoria tiene que marcarse desde el inicio mediante una buena estrategia de branding, pero ese es otro tema en el que no vamos a poder chapotear ahora.
Nos gustaría no tener que deletrear nuestro nombre cada vez que hablamos por teléfono, pero es cuestión de tiempo y viralidad, así que si compartes este artículo habrás ahorrado al planeta muchos costes en comunicaciones innecesarias. Gboo es Yibú como Google es Gúguel ¿qué pasa? ¿os parece eso raro? Pues así se escribe la historia de las marcas y sus nombres.
Cuando formemos parte de tu vida diaria y seamos uno más de todos los dispositivos que ‘la internet de las cosas’ haya instalado en tu hogar, ya nadie tendrá duda de cómo pronunciarlo.
Hasta entonces asume que todo se transforma y repite conmigo este poderoso mantra, hasta que vibre tu glándula pineal: ‘ Gboo es Yibú’ Om Mani Padme Hum. Las enseñanzas dicen que recitándolo ochocientas veces nunca se cae enfermo, ni siquiera por contagio. ‘Gboo es Yibú’. Om Mani Padme Hum. Gboo es Yibú. Om Mani Padme Hum…